lunes, junio 18, 2007

Reencuentro.

Vistos, y considerando la cada vez más escasa ocurrencia de "iluminados" (llámese a la gente que postea, ya que sé que hay gente que lee, pero que cree que no es muy "smart" como para postear algo decente, y siendo que yo, en ningún momento les he dicho que se abstengan de postear, da igual... Publicaré algo de mi colección.

El Metro de Santiago, Estación Universidad de Chile. Un joven venía saliendo de la universidad, con mucha prisa; al bajar resbaló, y cayó al gélido suelo de baldosa antigua. Una joven de tímida voz lo ayuda a ponerse de pie, y seguir su marcha. El joven le agradece por el gesto, y se encamina al andén, para tomar el tren de regreso al hogar. Llega el tren, atestado de gente; logra entrar, y se afirma al pasamanos. El pito suena, las puertas se cierran, y el tren se pone en marcha. Al ponerse en marcha el tren, el joven trata de recordar el rostro de la jovencita que lo ayudó a pararse. Tenía rasgos caucásicos, al parecer ojos de color pardo y miel, pelo largo de color castaño, rostro ovalado, vestía un corsé con delicados encajes y una bella falda de tul. De lejos se veía como un ángel, lo único que le faltaba para serlo, era la aureola. Inmediatamente se dio cuenta que aquella era la mujer de sus sueños. El Metro estaba en la Estación Universidad Católica, y el joven salió abruptamente del tren. Corrió escaleras arriba, pasó al otro andén, y esperó impaciente el tren de regreso. Estuvo tres minutos esperando el tren. Cuando llegó, entró de la misma manera al tren.

Cuando llegó a la Estación Universidad de Chile, bajó corriendo, y fue al lugar donde ella lo había levantado. Por una de esas casualidades, ella aun seguía ahí, como si lo hubiese estado esperando desde siempre. El trató de hablarle, pero ella lo llamó por su nombre, y lo abrazó fuertemente. El quedó perplejo ante tal situación. Ella le preguntó por su vida; y luego le preguntó si sabía quien era ella. El le contestó que no lo sabía, que no se acordaba. Ella le dijo que era Ella, su amiga de infancia. El, en ese instante, se acordó de ella, y la abrazó tal como ella lo había abrazado a él, y le preguntó si se tomaría un café con él, para rememorar aquellos recuerdos de juventud.

Salieron del Metro por Ahumada, y entraron el un agradable café. Ahí ellos recordaron las experiencias que vivieron juntos, se contaron el uno al otro lo que había sido de sus vidas, luego de salir del colegio (el siguió estudiando medicina, y ella, teatro); y, más tarde, se dieron sus números telefónicos respectivos. Quedaron de llamarse, y se despidieron. Ella tomó una micro; él, el Metro. Dos vidas que en un momento de trivialidad se reencuentran.

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