Sin Remitente.
A veces volvemos a donde empezamos.Es extraña la sensación de sentir (valga la redundancia) que volvimos a donde antes estuvimos.
Las cosas son algo distintas.
La leche ya no es la de antaño, tampoco el queso del pan. Y para que hablar de las frutillas que siempre dejabas para desayunar.
Todo cambió, hasta tú, porque cuando volví, ya te habías ido.
Te fuiste con los recuerdos, y dejaste el queso enmohecido, agrio y sofocante.
El aire, enrarecido, llora tu ausencia.
Pero yo, en aquel viejo cuarto, bajo esa tenue luz, sigo creyendo que estás aquí, ¿quién sabe? Detrás de los kilos y kilos de cartas que nadie leyo, estabas tú, o la carta que dejaste al partir.
Carta que por cierto nunca logré leer, ya que para calentarme un poco, las quemé en la chimenea.
Bastó una palabra, y todo hubiese sido tan diferente...
Y esa carta sin remitente hubiera sido leída.
(Pensé que te habías ido, pero seguías en ese rincón, oculta bajo la penumbra de la noche eterna de mi suerte)