sábado, octubre 20, 2007

Sin Remitente.

A veces volvemos a donde empezamos.

Es extraña la sensación de sentir (valga la redundancia) que volvimos a donde antes estuvimos.

Las cosas son algo distintas.

La leche ya no es la de antaño, tampoco el queso del pan. Y para que hablar de las frutillas que siempre dejabas para desayunar.

Todo cambió, hasta tú, porque cuando volví, ya te habías ido.

Te fuiste con los recuerdos, y dejaste el queso enmohecido, agrio y sofocante.

El aire, enrarecido, llora tu ausencia.

Pero yo, en aquel viejo cuarto, bajo esa tenue luz, sigo creyendo que estás aquí, ¿quién sabe? Detrás de los kilos y kilos de cartas que nadie leyo, estabas tú, o la carta que dejaste al partir.

Carta que por cierto nunca logré leer, ya que para calentarme un poco, las quemé en la chimenea.

Bastó una palabra, y todo hubiese sido tan diferente...

Y esa carta sin remitente hubiera sido leída.

(Pensé que te habías ido, pero seguías en ese rincón, oculta bajo la penumbra de la noche eterna de mi suerte)

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