domingo, agosto 19, 2007

Mysterious Ways.

La mesa, llena de apuntes, fotocopias, libros, uno que otro lápiz, y más de una idea que se huele en el aire enrarecido de la pieza de Rodrigo. Un poco de té en una taza olvidada bajo la pila de fotocopias, daba cuenta de la condición de abandono en la que se encontraba la habitación.

El departamento -por no decir sucucho de mala muerte- estaba vacío desde la desaparición de rodrigo, algunas cucarachas aparecieron en la cocina. La podredumbre de los alimentos que estaban en el cubo de basura crearon un caldo de cultivo de enfermedades -para el que osara entrar en ese "condado del mal"- inimaginables.

Hacía una semana y 2 días que no aparecía Rodrigo. Se le había visto por última vez saliendo del campus de Ingeniería de la Universidad en la que estudiaba -donde cursaba la carrera de Derecho- donde visitó a su mejor amigo, Francisco, quién dio fe de este hecho.

Nadie se podía responder porqué el muchacho había desaparecido. El celular, que se encontraba en casa, había registrado, antes de apagarse por la falta de carga de la batería, 29 llamadas perdidas, y 15 mensajes de texto sin leer. Su familia, angustiada por la extraña desaparición, presentó una denuncia de presunta desgracia ante Carabineros, quién, en conjunto a la Policía de Investigaciones empezó a investigar sobre el suceso.

Rodrigo era un joven cariñoso, sencillo, estudioso, y brillante. En su tercer año de carrera había logrado las notas más altas de su generación, lo que le valía sus premios de Mejor Alumno en los tres años que había cursado. En el colegio, salío como Mejor Promoción, y sus amigos hablaban de lo brillante que Rodrigo es. Su polola, Isidora, explicó ante la policía que se llevaba muy bien con Rodrigo, que practicamente no peleaban, y que ella se encontraba angustiadísima por la desaparición de él. Todos sus amigos testificaron, y nadie se explicaba como había ocurrido esta tamaña desgracia.

Todos los datos recopilados señalaban que Rodrigo, aproximadamente a las 17:15, fue visto por última vez, saliendo del campus de Ingeniería, como ya señalamos, de donde venía de visitar a su amigo Francisco. Se le vio tomando un bus en dirección a su departamento, ubicado en Providencia. Antes de reunirse con Francisco, venía de clases en su facultad, donde había hablado con su polola y otros amigos. Un dato clave fue la llamada que realizó Rodrigo a sus padres exactamente después de salir del campus de Ingeniería, donde les preguntó cómo estaban, que qué habían hecho, y de cómo estaban sus hermanos pequeños.

De la investigación surgió otro dato: a las 19:49 realizó un giro en un cajero automático del sector de Providencia con Pedro de Valdivia, a aproximadamente unas 4 cuadras de su hogar. El monto del giro fue de $15.000.

Por esas casualidades, la polola de Francisco, Julia, quíen estaba con él al momento de la visita de Rodrigo a su amigo, les tomó fotografías en su celular, con lo que se pudo ver qué ropa específica vestía Rodrigo al momento de su desaparición: polera roja, con diseños de Homer Simpson (sus dibujos animados favoritos), blue jeans, zapatillas café, y una chaqueta de cotelé azul.

El portero del edificio donde vivía Rodrigo dice no haberlo visto llegar a su departamento, sin embargo, como el celular se encontraba en el departamento, no se descarta que se haya cambiado de ropa.

Todo parecía indicar que su desaparición era, por no decir menos, misteriosa.

Investigaciones determinó hacer una búsqueda del muchacho, por que se indagó en el canal San Carlos, en el Río Mapocho, en Farellones, y en otros lugares cercanos a los lugares que frecuentaba el muchacho, tales como el cerro Santa Lucía y el San Cristóbal.

Así fue todo hasta el día 13 de su desaparición, donde misteriosamente, Rodrigo apareció en la casa de su polola, vivo, y dando señas de que nada había ocurrido. Ella lo recibió asombrada, y le preguntó qué había pasado con él. Él le respondió que venía del cerro, en donde había despertado. Ella le preguntó de cómo estuvo en el cerro por 13 días, sin avisarle a nadie, preocupando a todo sus amigos y familia. Él no supo qué responder. No sabía cómo había llegado a donde se encontraba (cerca de la piscina Antilén). No sabía qué había ocurrido. Simplemente no sabía nada. Era un vacío en su mente. De lo último que se acordaba era que había llamado a sus padres, para preguntarles cómo estaban, y mandarles saludos, como siempre lo hacía. De ahí en adelante, la última imagen fue cuando la micro dobló en una esquina. De ahí, blackout. Nada de nada. Un salto hasta hoy en la mañana, cuando despertó en los juegos cercanos a la piscina Antilén, en el San Cristóbal.

Avisó a sus padres, compañeros y amigos de su regreso. Todos le preguntaron que había ocurrido, pero él les decía que no sabía. Lo llevaron al psicólogo, pero nada, una laguna mental enorme.

Nadie se explicaba ahora qué había ocurrido con él.

Todo un misterio.

Volvió al departamento, tranquilo, en paz, limpió todo, y todo volvió a ser como antes.

Misma rutina, misma vida.

¿Qué pasó?

Sólo Rodrigo sabía, pero, al parecer, ni siquiera él sabía...

Un misterio, el cual sólo él podría dilucidar.

(En tu funeral, bueno, me veo llorando; pero en la realidad, estoy riéndome de lo tonto que me veo)

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