Life Is Simple

Una de las que siempre me han gustado es la de algunas aves, quienes dejan a sus polluelos que vuelen por si mismos.

Hay algunas que incluso los dejan a su propia suerte, y solo unos pocos son los que sobreviven en el inhóspito mundo en que vivimos.

Cada vez que estos polluelos emprenden el vuelo, se caen, se sacan la mugre, algunos incluso mueren en el intento... Pero otros, tenaces, o incluso tercos, quieren aprender a volar, a como dé lugar.

Siento que soy de un tipo de polluelos, que tiene miedo de salir del nido, que temen a la altura del árbol, que sienten que si tratan de volar se van a caer, y a dañarse, o incluso morir.

Y se quedan en el nido, durante mucho tiempo, y ven como las otras aves vuelan por el azul del cielo. Y esta ave, que está sola en el nido, o a veces acompañada de un ave similar, se lamenta por no poder volar, por no poder hacer lo que un ave debe hacer, y para el invierno, se queda ahí, no migra, queda agonizando por la falta de comida. Pero la primavera vuelve, y con ello, la vida, y el ave, ahí se queda, triste y sola, abandonada a su suerte, y con miedo a volar.

Pero, ¿qué pasaría si un día lo intentara, tratara de volar, agitando sus alas, batiéndolas, y saliendo del nido? Volaría, o se caería, pero se caería feliz. Todo eso pasa por la mente del ave, todos los días, no hay momento en que no piense eso, pero su miedo a la altura, sus temores, y su terror a ser dañada, es lo que impide que salga, y emprenda el vuelo, y (lo más importante de todo) sea feliz.

Yo soy esa ave, pero ahora tengo la disposición de salir, y volar, aunque me caiga, y me saque la mugre. Lo voy a hacer, ya no más avecilla indefensa y triste, ya no más avecilla miedosa y cobarde.

No va a salir un águila, solo una ave, como cualquiera, pero que pueda volar.

(Lo estoy haciendo, de a poco, pero vamos allá)