jueves, abril 08, 2010

Cita romántica

La pareja, algo nerviosa se reunió en el sitio, una idílica cena compartirían los tórtolos.

El lugar, un prestigioso restaurant.

Faltaban las velas y la pequeña orquesta de cuerdas para tornarlo en el lugar perfecto para una proposición de matrimonio.

Todo era perfecto, la comida exquisita, el ambiente soberbio.

Hasta que se dieron cuenta de que la cajera de McDonalds les preguntó si querían sus combos con papas y bebida agrandada.

viernes, octubre 02, 2009

Novedad

Nunca pensé poder cambiar eso de mi.

Había algo dentro que te dejaba trancado, siempre que trataba de darse a conocer al mundo. Miedo, engaño, desconfianza, dolor y muchas otras cosas.

Pero eso pareció irse esta vez.

Pude articular palabras, pude entablar una conversación.

Pude tirar la buena artillería. No lo viejo, antiguo y gratuito de siempre.

Como que vino otro tipo, a pesar de que se notaba que era yo, casi temblando, y rogando a todos los cielos que las manos se mantuvieran en su lugar, sin temblar ante el paso.

Incluso, me apresuré. Pero no está mal para ser la primera vez.

Nada de mal.

sábado, agosto 29, 2009

Viejas tradiciones

De vez en cuando vuelvo a mis viejas tradiciones.

Eso de tomar una micro, con rumbo desconocido. Eso de la aventura citadina.

Hace unos días salí de la oficina, a las 7 de la tarde, bastante cansado y con ganas de llegar a casa. Cuando iba en la micro, en Tobalaba, bajando por Vitacura, me percaté de que existía un nuevo recorrido, el bus 117 (Huechuraba - Providencia). Me embagró una sensación inexplicable de querer subirme a ese bus, tan fuerte que hizo que me parara del asiento, me bajara de la micro, y que fuera a tomar ese recorrido. Esperé 10 minutos en un frío paradero, pero finalmente apareció el bendito bus. Subí, fascinado por la nueva aventura. El bus se fue lento, muy lento, y llegué al final a la estación de Metro Vespucio Norte. Eran ya pasadas las ocho de la noche, y en ese momento me di cuenta de lo que hice.

Llegué muy tarde a mi casa, con ganas de dormir por horas y horas, pero apenas pude hacerlo.

Y es que el insomnio ocasional es fatal.

Pero esto de volver a ser quien era antes, esto es algo que me preocupó...

viernes, mayo 22, 2009

Duda crucial

Cada vez que avanzaba, creía que retrocedía. Ahora no sabe si avanzar o retroceder. La diferencia era enorme.

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jueves, marzo 19, 2009

El Amor

Dijo el diablo...

"El amor es bioquímicamente reemplazable con comer grandes cantidades de chocolate".

Eso es el amor.

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lunes, febrero 09, 2009

El Problema del Tiempo (tercera parte)

El autorizado, sentado en su escritorio de caoba, miraba la chimenea arder. Su secretaria le había informado hace poco, que un relojero había llamado por un reloj de cuerda que, inexplicablemente, iba hacia atrás. Él dio la instrucción de ir a buscar al relojero y traer inmediatamente el reloj. Era el tercer caso de la semana.

La patrulla del autorizado llegó al local del otro relojero, y golpearon la puerta, educadamente. El otro relojero abrió, y se presentaron como funcionarios del autorizado. Preguntaron amablemente si este era el local de donde habían llamado por un reloj que retrocedía. El otro relojero les contestó que sí, y ellos le pidieron si los podían acompañar a las oficinas del autorizado. El les dijo que no había problema por él, pero que estaba con el relojero viejo, y que el reloj era de él, o que él era el encargado. Los funcionarios dijeron que él también viniera. El otro relojero dio aviso al viejo relojero, y ambos fueron al automóvil de los funcionarios. Y se fueron. Traían consigo el reloj.

El reloj, a estas alturas, ya iba nueve horas y pico desde que empezó a retroceder.

El automóvil se detuvo en las puertas de las dependencias del autorizado, en un céntrico rascacielos de gran altura. Entraron en el edificio, escoltados por los funcionarios, y tomaron el ascensor. Uno de los funcionarios presionó el botón del piso cuadragésimo noveno (el último piso del rascacielos). Iban solos en el ascensor, que subía con gran rapidez. Pasó un minutos y unos cuantos segundos más, cuando las puertas del elevador se abrieron en el cuadragésimo noveno piso. Una elegante oficina de piso de mármol con incrustaciones de lapizlázuli, se extendió ante ellos. Las paredes eran de maderas nobles rojizas (roble, caoba), y había una escultura de mármol blanco y negro, de un relojero, sentado en una mesa, mientras arreglaba un reloj cucú. Detrás de la estatua, estaba la recepción. La secretaria señaló con la mano derecha la puerta por la cual debían entrar. Y los relojeros pasaron por el umbral de una gran puerta de roble. Avanzaron por un pasillo, y se detuvieron ante una gran puerta de cobre, labrada prodigiosamente, que descubría la perfecta maquinaria de un reloj. Los agentes del autorizado, le indicaron a los relojeros que esa era la oficina del autorizado. Que debían tocar, y cuando él lo dijera, debían entrar, y hacer lo que él les diga. Ellos asintieron, y nerviosos, golpearon la gran puerta de cobre. Escucharon un adelante, y entraron, mientras los agentes salieron del cuadro.

Entraron en una enorme oficina, que tenía un gran acuario, lleno de peces en el centro. Habían muchas esculturas de ilustres relojeros, y muchos cuadros, también de relojeros. Vieron las paredes, recubieras de relojes de pared., y llegaron al despacho del autorizado, que estaba adelante de una gran chimenea, que en su parte superior tenía un gigante reloj de péndulo. El péndulo era de oro puro macizo, y se movía en su vaivén clásico, de un lado a otro, de izquierda a derecha a izquierda, exactamente, precisamente, y vieron al autorizado.

Era el autorizado un hombre vestido impecablemente de negro, con camisa blanca, y corbata negra. Alto, de alrededor de unos 50 años a simple vista, de expresión severa, barba controladamente abundante, ojos color azul profundo, y una mirada aguda. Tenía las manos atrás, mientras los saludaba. Les dio la bienvenida, y les estrechó la mano a cada uno. Los invitó a tomar asiento, mientras les ofreció café y/o agua y galletas.

El reloj daba exactamente las nueve horas y cincuenta y dos minutos desde su inicio de retroceso, al mismo tiempo que el enorme reloj de péndulo, daba las siete en punto de la tarde.


Continuará...

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viernes, enero 30, 2009

El Problema del Tiempo (segunda parte)

Hablábamos hace un tiempo sobre este reloj de cuerda. Retrocedía. Algo inusual, periférico, extraño.

Pero por el momento dejaremos la continuación de esa historia para otro tiempo (porque para todo hay un tiempo determinado).

Me he detenido a pensar un poco sobre lo relativo de esta variable. El tiempo.

Muchos hablan de lo absoluto que es. Que es inoportuno, impetuoso, irreverente, inconmesurablemente insolente, inmortal, y continuo asesino que ronda con una impecable impunidad.

Lo es. El perfecto asesino.

Pero no reparamos en lo relativo que es.

Por ejemplo, miremos una pareja que se besa en un parque. Feliz, plena, todo está en el lugar apropiado, todo es perfecto. El pie de la mujer hacia arriba, y el hombre apretándola suavemente contra si. El amor en una unión casi idílica.

Es de esos momentos en que los poetas hablan de que "el tiempo se detiene".

Entonces, ¿entienden mi punto?

El tiempo es una variable relativa. Para cada quien el tiempo es una experiencia distinta, aunque se pueden establecer ciertos patrones de comportamiento de nosotros frente al tiempo y viceversa.

Ejemplo: ¿Han notado que cuando disfrutan mucho de hacer algo, el tiempo "vuela"? Y a contrario sensu, cuando nos aburre alguna actividad, el tiempo parece tomar una eternidad.

El tiempo es algo casi vivo. Sabe cuales son las cosas que nos gustan, lo que nos aburre, conoce todo. Es onmisciente y todopoderoso.

Y bueno, al ser variable, puede ir de atrás para adelante, o viceversa.

El problema es ver cuando va en la dirección correcta.

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