lunes, julio 10, 2006

Catarsis exegética.

Si bien en el último tiempo ha andado todo bien (ni fu ni fa), me he sentido perturbado por una energía rara, algo que me hace recordar momentos dolorosos del pasado. Cosas que quise sepultar, que lo hice de hecho, pero que de alguna manera lograron volver a ver la luz. Y es que mi maldita melancolía es capaz de revivir a todos esos demonios enterrados. Maldita sea, ¿por qué sucede esto? Es como un infinito deja vú que no deja de atormentarme. Fui feliz por 1 día, y parece que a Dios eso le bastó. Pero lo comido y bebido no me lo quita nadie dicen por ahí...

Y fue así... viví un sueño, un sueño que era tan real, tan palpable, tan lleno de sabores, colores y formas, tan lleno de texturas y visiones. Era tan real que olvidé la realidad misma, y lo dí todo por ese sueño, un sueño que, en un principio inocente, se tornó en malévolo y depresivo, un sueño que me quitó la fuerza para seguir, un sueño que me robó todo lo que tenía, un sueño que me dejó desnudo frente al mundo, un sueño que no trajo más que noches de pesadillas, horrores y lágrimas. Ese líquido mar que me nublaba la vista, que no me dejaba ver lo que había tras ese sueño, la dura y triste realidad: de que nunca tuve lo que quise, y de que ese maldito sueño me lo robó todo, sin dejarme un trozo de nada. Pero era tonto, seguía encandilado por los infinitos flashes de ese sueño, cegado por las lentejuelas y joyas de ese sueño, obnubilado por el resplandor de esa vida onírica perfecta. Y es que muy cosas en esta vida son perfectas (por no decir ninguna), y la perfección cega los ojos del imperfecto, como la luz cega al que vivía en tinieblas. Fue un período tan atroz, de tanto sufrimiento que me dije que había que salir, de alguna forma de ese tortuoso calvario. Dios no se olvidó de mi, y mandó a varios ángeles que iluminaron el camino de la verdad, ese camino que en un principio parece bello, y que lo es, pero que es duro, pedregoso y lleno de dolores, sin embargo, lo importante es lo que está al final del camino, ¿cierto? Y esos ángeles me hiceron ver de lo equivocado que estaba, de lo tonto que fui, de darle todas mis fuerzas a un sueño, a un sueño imposible, a un sueño ideal, perfecto, inalcanzable por mi naturaleza imperfecta y humana. Vi el brillo del sueño, puede ver con mis ojos la realidad, de la que poco quedaba, ya que el malvado sueño vino y trató de llevarse todo lo que encontró. Pero en un rincón, donde el sueño malo no revisó, había algo de vida, un vestigio de lo que fui antes, un resto de mi ser feliz y jubiloso, de ese alguien que alguna vez fui. Y pude comprender que a veces vivimos en mundos oníricos, pero que es bueno, simpre y cuando distingas la realidad del sueño. Es como dejarle a un cam,ello entrar en una tienda del desierto, al final, el hombre termina fuera de la carpa, con el cruel azote de la tomrnta, mientras el camello vive feliz en la carpa, resguardado del tormento.

Al final, lo mejor es saber distinguir. de eso trata la vida. Es entretenido vivr sueños, muchos de ellos se conviertene en realidad, pero a los desafortunados ciegos como yo, bueno, a nosotros no nos queda más que esperar...